Cajal: ciencia, arte y patatas a la Lumière
La fotografía, desde sus inicios, se ha basado en la capacidad que tiene la luz de transformar disoluciones de ciertas sales, fundamentalmente de plata o de oro, de manera que los iones Ag+ o Au3+ son convertidos en los correspondientes metales. En el siglo XVIII, ya es algo que llamó la atención, por ejemplo, de Elizabeth Fulhame, que aprovechó el efecto de la luz sobre sales de plata y oro para decorar documentos, y todo ello antes de la impresión del primer daguerrotipo en 1839. Ese proceso, por el cual los iones Ag+ o Au3+ se convierten en los metales se conoce como reducción, que en este caso implica que los iones obtienen los electrones necesarios para convertirse en el átomo neutro, es decir, 1 electrón por cada ion plata y 3 por cada ion oro. El proceso fotográfico se ha venido basando desde sus orígenes en las sales de plata, y es mucho más complejo de lo que aparenta. Las sales de plata que suelen usarse son haluros (es decir, yoduro o bromuro de plata fundamentalmente), ya que son insolubles, y durante el proceso de revelado o fijado, no se eliminaría de las placas. Deben añadirse también una serie de substancias para el revelado y el fijado de la imagen, para que no se deteriore al exponerse a la luz una vez procesada la fotografía [1]. De hecho, este fue el primer problema con el que se enfrentaron quienes estuvieron detrás del desarrollo de la técnica.
Desde la impresión de los primeros daguerrotipos a mediados del siglo XIX, se comenzó también a trabajar en la posibilidad de obtener fotografías en color. Los primeros intentos apenas eran sensibles al color, y básicamente lo que se hacía era colorear posteriormente a mano las fotografías, que no era lo que realmente se buscaba. Cuando James Clerk Maxwell sugirió un procedimiento basado en exposiciones sucesivas a través de filtros de los colores primarios, Thomas Sutton lo probó y obtuvo en 1861 la primera fotografía en color. A partir de ahí se fueron desarrollando los procesos de obtención de heliocromos (helios, sol + chroma, color), basados en distintos métodos, fundamentalmente en procesos de tipo aditivo, substractivo o interferométrico.
Los métodos aditivos y substractivos empezaron a ser desarrollados a partir de 1862, por Louis Ducos du Hauron. Se basaban en el uso de filtros de colores, rojo, azul y verde para los métodos aditivos, y cian, magenta y amarillo para los substractivos. Igualmente, se utilizaban 3 negativos que eran impresionados tras atravesar la luz los distintos filtros, de manera que cada uno reproducía la información correspondiente a uno de los colores. Luego eran teñidos según el color que deberían reflejar, y la imagen se montaba combinando los tres. De esta forma, se obtuvieron imágenes como la de la figura siguiente, una de las más famosas de Ducos.
Sobre la capa de almidón de patata teñida, se añadía a continuación una emulsión de haluro de plata para blanco y negro. Una vez preparada la placa, ésta se colocaba en la cámara con el lado del vidrio hacia las lentes, de manera que la luz atraviesa el vidrio, luego la capa de almidón que actúa como filtro de la luz, y finalmente llega a la emulsión. Durante la exposición, cada grano de almidón se queda alineado con un área microscópica de la emulsión de haluro de plata que está cubriendo. Esa pequeña porción de la emulsión, se reduce, formando un negativo, y correspondiendo ese punto a un determinado color. Ese negativo inicial no se fija, sino que la plata metálica formada se elimina químicamente, y el haluro de plata que queda se expone a la luz, se reduce y al revelarlo se forma una imagen en positivo. Si nos damos cuenta, si en un grano azul ha incidido luz azul, tras el procesado de la imagen, la película fotográfica sería más o menos transparente en función de la intensidad de la luz original, ya que se eliminó la plata reducida del negativo. Así, al atravesar la luz por la placa, ese pequeño punto se vería de color azul. Esto ocurrirá con los tres tipos de granos de almidón de patata, de manera que cada grano actúa como un microfiltro que deja pasar más o menos luz del color en que se coloreó originalmente, recreando la proporción original de los tres colores, que a distancias normales a la vista, nos daría la foto coloreada.
El principal problema de las placas autocromas, a pesar de haber simplificado muchísimo el proceso, era que con tantas capas y filtros, la película era poco sensible y necesitaban de un tiempo de exposición bastante largo, por lo que si había algún objeto móvil en el encuadre, simplemente no aparecía en la foto final. A pesar de ello, y teniendo en cuenta que este era un problema compartido por cualquier otra técnica de fotografía de la época, las placas autocromas se hicieron tremendamente populares en el primer tercio del siglo XX. Se pueden encontrar colecciones con facilidad, aunque por comodidad, podéis ver aquí, o aquí, o en general, aquí, las selecciones hechas por Carlos Clavijo en Twitter.
Volvamos a Cajal. Después de haber examinado algunos métodos de fotografía en color, podemos destacar dos cosas. Primero, que en los inicios de la fotografía, muchos aficionados preparaban sus propios materiales fotográficos. Segundo, que detrás del arte de la fotografía, tanto en blanco y negro como en color, hay una gran cantidad de ciencia, principalmente química y física. Ambas áreas interesaron enormemente a Cajal, quien en 1912 publicó una extensa y exhaustiva obra titulada "La fotografía de los colores. Bases científicas y reglas prácticas". Este libro, una auténtica maravilla al nivel habitual del genio, revisa los distintos métodos de obtención de fotografías en color de la época, sus fundamentos, y proporciona recetas para la preparación de placas, así como para el revelado y fijado de los medios. Además, desarrolla métodos propios, como el retículo microtómico que describe en el capítulo VI de la primera sección de su obra. En este libro se incluye alguna fotografía realizada por Cajal, como la que se presenta a continuación. Si observáis, tiene una mano cerrada, probablemente guardando el disparador de la cámara para poder realizar la foto sin ayuda.
Fue principalmente gracias a Santiago Ramón y Cajal y su afición a la fotografía en color que la técnica de los autocromos de los Lumière se dio a conocer en España, fusionando en un único "guiso" la ciencia, el arte y las patatas (a la Lumière, con todo su color).
Esta entrada se creó en mayo de 2024, y se ha terminado para participar en agosto de 2024 en Café Hypatia con el tema #PVrelatosolvidados
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