Con el guapo subido por la química

 

    Este mes de septiembre, siendo el tema de escritura en Café Hypatia #PVapariencias, he decidido escribir sobre las apariencias en su sentido más literal. Para ello, veremos cómo desde tiempos inmemoriales, hemos aprendido a mejorar nuestro aspecto físico a través de diversas sustancias químicas. En particular, me refiero al maquillaje, y cómo, antes de contar con las grandes cadenas de perfumería que hoy en día tenemos a nuestro alcance, era la naturaleza misma la que nos proporcionaba los materiales para realzar nuestra imagen, siempre siguiendo, claro está, los estándares de belleza de cada época.

    Desde hace un tiempo, he notado que algunas marcas de cosméticos parecen promocionar el uso de ingredientes naturales y minerales, con la quimifobia por bandera, como si el empleo óxido de hierro como sombra de ojos no implicara en sí mismo el uso de compuestos químicos. En este texto, exploraremos una vez más ejemplos que demuestran que lo natural no es sinónimo de inocuidad. De hecho, la naturaleza nos ha demostrado en incontables ocasiones que puede tener maneras no demasiado sutiles de quitarnos de en medio.  

    En épocas pasadas, la utilización de substancias naturales, minerales o no, no era una elección, ya que no se disponía de otras opciones. Vamos a tratar de hacer una pequeña revisión de distintos tipos de maquillaje, los más conocidos, y qué substancias se usaban en la antigüedad.

    Si pensamos en los habitantes del antiguo Egipto, las imágenes que se nos vienen a la mente tienen algo en común: los ojos pintados de esa forma tan característica. Para ello, usaban diversos cosméticos, tanto para las líneas negras como para las sombras de ojos. El delineado del ojo requería un producto negro intenso, ya que además del uso decorativo, se utilizaba para proteger los ojos de la luz intensa. Esas características las cumplían substancias como el carbón, la galena o la pirolusita, entre otros. De hecho, uno de los productos más usados para este fin, hecho a base de galena molida, o a veces de estibina (o antimonita), es lo que conocemos como kohl. Y aquí tenemos el primer problema, ya que tanto la galena como la estibina son tóxicos.

Busto de Nefertiti. Tomado de Wikipedia
    La galena es una de las principales menas de plomo, se trata de un sulfuro de plomo (II), PbS, a veces puede presentarse en forma de pequeños cristalitos cúbicos, y es blando y fácil de moler. Por otra parte, la estibina es la principal mena de antimonio, que también se trata de un elemento de elevada toxicidad, aunque algo menos que el plomo, siendo también un sulfuro, de fómula Sb2S3. Ambos minerales, al molerlos, producen un polvo de color negro, y han sido usados como base para la preparación del kohl desde la antigüedad, más frecuentemente la galena, ya que la estibina es mucho menos abundante. Aunque tóxicos, también es verdad que protegían de infecciones (no sólo eran tóxicos para los humanos), aunque visto con nuestros ojos del siglo XXI las ventajas no parecen compensar a los inconvenientes.

Fragmento de galena. Colección propia

    Mucho menos tóxica es la pirolusita, un óxido de manganeso (IV), MnO2, aunque no es totalmente inocua. También se trata de un mineral de color negro, quizás uno de los primeros pigmentos usados desde la antigüedad, aunque tiene unas propiedades muy interesantes que le han dado algunos otros usos. Por ejemplo, hay evidencias de que los neandertales lo han usado para facilitar la obtención del fuego, se utiliza en la composición de baterías y pilas y es un buen catalizador de peróxidos, como comprueban aquellos que hacen el experimento de la pasta de dientes de elefante, aunque en este caso no sea ni mucho menos un cosmético real.

    Como sombra de ojos también se usaban minerales, algunos moderadamente tóxicos debido a la presencia de cobre. Fundamentalmente, el verde se obtenía de la malaquita, un carbonato básico de cobre, Cu2CO3(OH)2muy utilizado en el antiguo Egipto. Es quizás el pigmento verde más antiguo conocido, y además de su uso en pinturas y decoración de esculturas, era muy utilizada en joyería.

Fragmento de malaquita. Colección propia

    No es el kohl el único cosmético natural que contiene plomo. El denominado albayalde, un carbonato básico de plomo, 2PbCO3·Pb(OH)2, fue empleado como pigmento para pintura artística y como cosmético en épocas de las antiguas Grecia y Roma. El albayalde se obtenía a partir del mineral hidrocerusita, una forma hidratada de la cerusita, o carbonato de plomo. El color tan blanco y el buen cubrimiento que proporcionaba hizo que se hiciera muy popular cuando empezó a valorarse la blancura de la piel. Esta moda alcanzó mayor popularidad aún a partir del siglo XVI en Europa, y en ese caso el mineral se conocía como cerusa veneciana, ya que el maquillaje de mejor calidad era exportado por Venecia. No hay que explicar las consecuencias de cubrirse continuamente de una capa de sales de plomo, así que en este caso sí que podríamos decir que se “morían” por alcanzar la belleza. Porque en esa época era perfectamente conocida la toxicidad del plomo, y aun así, eso no impedía que se siguiera usando.

Retrato de Elizabet I. Tomado de Wikipedia
    

    Para mantener un color pálido en la piel era mucho más sano utilizar polvos de arroz, obtenidos a base de almidón de arroz, o bien utilizar polvo de caliza, aunque su cubrimiento no era tan bueno como el del albayalde o cerusa.

Una vez que la moda pedía esa blancura poco natural de la piel, a la vez se debía dar color en zonas específicas, como los pómulos o los labios. Para eso se solía utilizar el rojo, que podría venir de diversas fuentes, algunas más sanas que otras. Una de las más antiguas es el uso del bermellón. Y aquí tenemos una nueva oportunidad de envenenamiento. Se sabe que, tras blanquearse la cara con albayalde, las matronas romanas se daban color en las mejillas con bermellón. Y el bermellón no es más que sulfuro de mercurio, HgS, el mineral conocido como cinabrio. No dejó de usarse en esa época, sino que durante el Renacimiento aún se seguía usando en Europa, no solo para dar color a las mejillas, sino para colorear incluso la nariz, como se  comenta en el libro “A history of make-up”, de Maggie Angeloglou, que hacía la reina Elizabeth I de Inglaterra para disimular los estragos de la edad:


    Pero no sólo se usaba el cinabrio para el color rojo, aún había margen para hacer el maquillaje más tóxico. Para eso, los romanos preparaban colorete, usado tanto por hombres como por mujeres, mezclando el cinabrio con el rojo de plomo, el denominado minio, un óxido de plomo de fórmula Pb3O4. Esto es llevar el “para estar guapa (o guapo) hay que sufrir” a sus cotas más altas.

Por suerte, ni mercurio ni plomo nos proporcionan en exclusiva el color rojo. En la América precolombina se había empezado a usar el carmín, obtenido de la cochinilla (Dactylopius coccus), que actualmente se sigue usando en gran cantidad de aplicaciones y es bastante seguro




Fórmula del ácido carmínico. Tomada de Wikipedia

    Como decía al comienzo, últimamente se ve un repunte de la promoción de “maquillajes naturales”, como óxidos de hierro, óxido de titanio, mica, o talco, como rezan algunas publicaciones sobre el tema. El problema es que a veces pueden ser un poco inconsistentes, ya que tanto talco como mica, por muy “naturales” que nos digan que son pueden causar problemas de salud. La mica puede producir fibrosis pulmonar, al ser fácilmente exfoliable y generar pequeños fragmentos que pueden ser inhalados, y el talco se ha visto recientemente que puede ser cancerígeno y su uso está siendo restringido.

Esta entrada se ha creado para participar en Café Hypatia con el tema #PVapariencias


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