Las "milagrosas" propiedades de la materia
Todos hemos oído hablar de esos pequeños “milagros” (a veces no tan pequeños por la repercusión que llegan a tener) que en muchas ocasiones están ligados a objetos o construcciones de carácter religioso. No porque sólo se produzcan allí, sino porque cuando se producen en esas circunstancias, nuestra mente inmediatamente crea el nexo y transforma en milagro aquello que aparenta ser un fenómeno sin explicación. Pero, ¿realmente no tienen explicación, o es que simplemente no la conocemos? ¿O no la conocían en la época en que se convirtieron en leyendas? En este texto vamos a recopilar, de forma muy poco exhaustiva, algunos de los fenómenos que han sido catalogados como “milagrosos”, y realmente tienen una explicación de lo más natural. Es cierto que muchas veces, esos fenómenos extraños lo que tienen detrás no es más que una mano interesada, por lo que no vamos a hablar de esos casos, sino de aquellos en los que nadie ha actuado, sino que ha sido el propio comportamiento físico o químico de los objetos.
En esta categoría entran fenómenos muy conocidos, como son esas estatuas u objetos que “lloran” o “sudan”, tanto con apariencia normal como aquellas que lloran o sudan “sangre”. Aunque la mayoría de ejemplos están relacionados con el catolicismo, sin embargo, uno de los ejemplos más antiguos documentados se refiere a una estatua de la diosa Fortuna en el siglo I. Hay muchos ejemplos de estatuas que lloran, a veces agua, aceites, “sangre” o incluso miel. De hecho, es uno de los fenómenos más fáciles de falsificar. ¿Pero a qué se puede deber cuando no está por medio nuestra mano? Pueden ser varias las causas, y cuando el líquido que se observa es agua (o de aspecto acuoso), lo más probable es que esa agua provenga de la atmósfera. En muchos templos, el ambiente puede llegar a ser bastante húmedo, por lo que el aporte de agua a partir de la atmósfera no sería un problema. Pero, ¿por qué depositarse esa agua sobre un objeto y no sobre otro en el mismo lugar? Podríamos atribuirlo al fenómeno de condensación capilar. Muchas veces, con los años, los esmaltes y materiales de que están hechos los objetos religiosos van deteriorándose. A veces, pueden formarse pequeñas grietas o poros. Y sobre ellos, puede producirse la condensación del agua en condiciones en que no lo haría sobre una superficie perfectamente plana. Veamos en qué consiste el fenómeno.
¿Pero qué ocurre en una
superficie llena de microgrietas y poros? Se daría la condensación a presiones
inferiores a las mencionadas, justo en esos poros y grietas, produciéndose el
fenómeno de condensación capilar, de manera que sólo aquellas superficies que
tengan ese tipo de estructuras (grietas y poros de tamaño adecuado) se
cubrirían de agua.
No es este el único mecanismo por el cual una substancia puede verse cubierta de agua líquida obtenida por condensación de la atmósfera. También puede ocurrir que la naturaleza química de la superficie sea tal que presente afinidad por este líquido, pudiendo cubrirse de moléculas de agua (proceso de adsorción), y siendo por tanto una sustancia higroscópica. Si la capacidad de adsorber agua de un material es muy intensa, sería un fenómeno fácilmente observable a simple vista. Este fenómeno lo presentan materiales muy comunes, como azúcar, madera, o la fibra de celulosa (papel o algodón, por ejemplo).
Como vemos, no es complicado que
una estatua o un material termine cubriéndose de gotas de agua y que parezca que llora o
suda de forma espontánea. Pero, ¿qué ocurre con aquellas que “sudan o lloran sangre”?
En este caso, a los posibles fenómenos comentados deberíamos añadir otros, y en
todo caso, implicaría una substancia de color rojo. Imaginad que la estatua o
la estructura que sufre el fenómeno contiene partes metálicas, ya sean visibles
o pertenecientes a un armazón. Si ese metal es el hierro, ya tenemos la mezcla
perfecta: una lenta corrosión y el arrastre de las partículas de óxido de
hierro (III) (o de hidróxido de hierro (III), según el grado de hidratación
alcanzado) con las gotas de agua, pareciendo lágrimas de sangre. De hecho,
cuando al oxígeno del aire unimos la presencia de agua, la corrosión del hierro
se hace mucho más fácil que si sólo tenemos uno de los agentes. Y por algo, el
mineral denominado hematita es básicamente Fe2O3.
Me centraré en esos pequeños fuegos que nadie enciende, que no se sabe cómo han podido empezar. Los más conocidos son los fuegos fatuos, los que se producen o bien sobre las aguas estancadas de pantanos, o bien sobre algunas tumbas en los cementerios. Claro que no son, como dicen algunas leyendas, ni las almas de niños no bautizados, ni hadas o duendes errantes, ni brujas, ni siquiera marcan dónde hay un tesoro. Son simplemente reacciones químicas, donde sustancias que se producen de forma natural, normalmente por la descomposición de materia orgánica, reaccionan habitualmente con el oxígeno del aire, ya sea de forma espontánea o bien como consecuencia de un estímulo como pudiera ser la caída de un rayo, y producen luz.
La descomposición de la materia
orgánica produce diversos compuestos que aún pueden ser capaces de reaccionar y
oxidarse aún más. No es lo que ocurre con el dióxido de carbono, por ejemplo,
que ya no es capaz de oxidarse más, sino que hablamos de otras substancias como
el metano, CH4, o algunos compuestos de fósforo, como el fosfano o
el difosfano. Aunque parezca increíble, aún no está totalmente claro cómo se
producen los fuegos fatuos, aunque sí que hay trabajo realizado en este
sentido. Por ejemplo, en el año 2000, A.A. Mills publicó un breve estudio en el que proponía que pudieran deberse a reacciones que implicaran al fosfano
y a fosfinas metiladas, fomadas por reacción entre fosfano y metano. Otros estudios señalan que es muy improbable que fosfanos y metano reaccionen de
forma espontánea con el oxígeno del aire dando lugar a los fuegos.
En cualquier caso, todas las teorías apuntan a la reacción de compuestos de
fósforo.
¿Habría forma de provocar llamas
espontáneamente? Sería bastante complicado que se hiciera de forma natural,
pero si admitimos una cierta intervención humana, sobre todo después de 1669,
año en que se descubrió el fósforo, podríamos conseguirlo a base de este
elemento. El fósforo se aisló por primera vez como consecuencia del ansia de
los alquimistas por conseguir transmutar materiales menos nobles en oro. Como
trabajaban bajo unos supuestos que actualmente no nos resultan muy lógicos,
pensaban que si querían oro deberían usar algo de color similar. Así, Hennig
Brand utilizó la orina en sus experimentos, debido a su color dorado, y obtuvo
el nuevo elemento, en la forma de fósforo blanco. Esta forma fue la única
conocida del fósforo durante más de 150 años, y se trata de un material
extremadamente peligroso. De hecho, reacciona espontáneamente con el oxígeno
del aire, dando una tenue luz verde, lo que dio nombre al elemento (phosphoros, portador de luz en griego).
En el siguiente vídeo, partiendo de fósforo rojo, preparan fósforo blanco, el
cual hacen salir por un estrecho tubo, y a partir del minuto 6:35, se observa
cómo en contacto con el aire, arde y produce una llama:
Hasta aquí hemos hablado de algunos de esos fenómenos que tienen una explicación fisicoquímica. Como he comentado al principio, ésta es una lista muy poco exhaustiva, porque tendríamos muchos casos más. Lo dejaremos para otra ocasión.
Esta entrada se ha creado para participar en Café Hypatia con el tema #PVapariencias
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